Por Félix Asencio.
¿Cabalgaste alguna vez con el pampero,
ese viento agresivo y tan ladino?...
Yo sí, lo conocí en aquellas siestas
cuando agitaba inclemente la foresta…
En los días de mi infancia … En Pergamino.
¿Disfrutaste del concierto de esa orquesta
que las aves integran con su trinos?...
Un madrigal de piares y gorjeos…
Yo disfruté de sus vuelos y aleteos…
En los días de mi infancia… En Pergamino.
¿Sabes lo que se siente al estar sola,
cuando tus padres abandonan tu camino?...
La incertidumbre te sigue paso a paso...
Ronda expectante el duende del fracaso…
Sucedió en mi adolescencia… En Pergamino.
Atrás quedó el maizal con sus mazorcas…
y las azules flores de los linos.
Decidida a hacer mi vida, partí un día,
plena de esperanza y de alegría…
Así creí dejar mi infancia… En Pergamino.
Y en la misérrima, academia de la vida,
me hice a los golpes y me amoldé al destino,
sentí la fiesta del amor, del duende loco…
Y cómo toda fiesta que agrada, duró poco…
Y volví a recordar, mi infancia, en Pergamino.
Y me aferré a mis peluches y tejidos,
y por mi hija, me hé forjado un nuevo sino,
y peleé por las dos, aquí en Malvinas…
Y hoy vienes y preguntas por mi vida…
¡Si yo nunca me fui de Pergamino!
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