Por Félix Asencio.
¿Cabalgaste alguna vez con el pampero,
ese viento agresivo y tan ladino?...
Yo sí, lo conocí en aquellas siestas
cuando agitaba inclemente la foresta…
En los días de mi infancia … En Pergamino.
Por Félix Asencio.
¿Cabalgaste alguna vez con el pampero,
ese viento agresivo y tan ladino?...
Yo sí, lo conocí en aquellas siestas
cuando agitaba inclemente la foresta…
En los días de mi infancia … En Pergamino.
El sol apenas nacía cuando la nena preparaba la pava con el mate cocido, para su padre y sus hermanos. Debían comenzar el duro trabajo en el campo. Campo arrendado, devolviendo los patrones vales y mercadería al fíado en el almacén de Ramos Generales de Pergamino.
No le importaban tanto las heridas de su pequeño cuerpo, como el dolor de haber perdido a su mamita, linda, buenita, siempre con su pañuelo de seda azul sujetando sus cabellos, ese pañuelo que reflejaba el color de sus pensamientos.